Quizá el respetable se haya preguntado por qué en fechas recientes el que suscribe esta bitácora no ha actualizado con tanta frecuencia. La respuesta es simple, desde que entré de nuevo a la universidad y he vuelto a entrenar en un equipo de béisbol, después de más de 20 años de no hacerlo, ha conllevado a perder (afortunadamente) lo que da nombre a este célebre [dicen] blog: el insomnio.
No por ello, quiere decir que ya no escribiré jamás --no way--. Me permito contar brevemente algo que aconteció en este día.
Hace 22 años (1985), la capital de mi país, la ciudad de México, fue cimbrada por un par de sismos que provocaron la muerte de (oficialmente) más de 10 mil personas y la destrucción de cientos de edificios. En aquel entonces yo cursaba el segundo grado de primaria y dado que mi colegio se encontraba en la zona centro, --que a la postre fue la zona más afectada-- me tocó ver de camino edificios derrumbados, calles destruidas, incendios, heridos etc.
Pues bien en este día las autoridades organizaron un "megasimulacro de evacuación" en el que todas las oficinas gubernamentales, escuelas, corporativos debían participar a las 10 de la mañana. Lo curioso aquí fue que, en la dependencia en la que laboro, se adelantaron 45 minutos al evento [y los medios ni se enteraron, oh... shame].
Pero lo que me hizo sentirme particularmente mal en este día, fue que, cuando llegué a la universidad, uno de los temas obligados de conversación fue precisamente ese: "el día del temblor". Y resultó que ninguno de mis "compañeros" había siquiera nacido para ese entonces [todos son modelo 86 y posteriores], por lo que la charla la acaparamos una profesora de organismos internacionales y un servidor...
Ah, pero lo peor de todo fue que todos nos veían impávidos, como si les narráramos una novela de ciencia ficción [War of the Worlds alike] o mejor dicho, nos contemplaban de manera similar a aquella chaviza que aparecía boquiabierta cada semana en el set del programa televisivo de los cuentos de Cachirulo.
Ah, pero lo peor de todo fue que todos nos veían impávidos, como si les narráramos una novela de ciencia ficción [War of the Worlds alike] o mejor dicho, nos contemplaban de manera similar a aquella chaviza que aparecía boquiabierta cada semana en el set del programa televisivo de los cuentos de Cachirulo.
Oh God, I'm feelin' old.
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